En 1670 el
filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz perfeccionó esta máquina
e inventó una que también podía multiplicar.
El inventor
francés Joseph Marie Jacquard, al diseñar un telar automático, utilizó delgadas
placas de madera perforadas para controlar el tejido utilizado en los diseños
complejos. Durante la década de 1880 el estadístico estadounidense Herman
Hollerith concibió la idea de utilizar tarjetas perforadas, similares a las
placas de Jacquard, para procesar datos. Hollerith consiguió compilar la
información estadística destinada al censo de población de 1890 de Estados
Unidos mediante la utilización de un sistema que hacía pasar tarjetas
perforadas sobre contactos eléctricos.
También en el
siglo XIX el matemático e inventor británico Charles Babbage elaboró los
principios de la computadora digital moderna. Inventó una serie de máquinas,
como la máquina diferencial, diseñadas para solucionar problemas matemáticos
complejos. Muchos historiadores consideran a Babbage y a su socia, la
matemática británica Augusta Ada Byron (1815-1852), hija del poeta inglés Lord
Byron, como a los verdaderos inventores de la computadora digital moderna. La
tecnología de aquella época no era capaz de trasladar a la práctica sus
acertados conceptos; pero una de sus invenciones, la máquina analítica, ya
tenía muchas de las características de un ordenador moderno. Incluía una
corriente, o flujo de entrada en forma de paquete de tarjetas perforadas, una
memoria para guardar los datos, un procesador para las operaciones matemáticas
y una impresora para hacer permanente el registro.
Los ordenadores
analógicos comenzaron a construirse a principios del siglo XX. Los primeros
modelos realizaban los cálculos mediante ejes y engranajes giratorios. Con
estas máquinas se evaluaban las aproximaciones numéricas de ecuaciones
demasiado difíciles como para poder ser resueltas mediante otros métodos.
Durante las dos guerras mundiales se utilizaron sistemas informáticos
analógicos, primero mecánicos y más tarde eléctricos, para predecir la
trayectoria de los torpedos en los submarinos y para el manejo a distancia de
las bombas en la aviación.
Durante la II
Guerra Mundial (1939-1945), un equipo de científicos y matemáticos que
trabajaban en Bletchley Park, al norte de Londres, crearon lo que se consideró
el primer ordenador digital totalmente electrónico: el Colossus. Hacia
diciembre de 1943 el Colossus, que incorporaba 1.500 válvulas o tubos de vacío,
era ya operativo. Fue utilizado por el equipo dirigido por Alan Turing para
descodificar los mensajes de radio cifrados de los alemanes. En 1939 y con
independencia de este proyecto, John Atanasoff y Clifford Berry ya habían
construido un prototipo de máquina electrónica en el Iowa State College (EEUU).
Este prototipo y las investigaciones posteriores se realizaron en el anonimato,
y más tarde quedaron eclipsadas por el desarrollo del Calculador e integrador
numérico electrónico (en inglés ENIAC, Electronic Numerical Integrator and
Computer) en 1946. El ENIAC, que según se demostró se basaba en gran medida en
el ordenador Atanasoff-Berry (en inglés ABC, Atanasoff-Berry Computer), obtuvo
una patente que caducó en 1973, varias décadas más tarde.
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